Carta n19 / Bufet libre, de Junior Abe
Se nota su existencia,
más cuando se va que si se queda.
El frío de su músculo cardiovascular
contrarresta el calor ecuatorial de Malabo
—«Ciudad capital de todos»—.
Sigue ahí, mira sólo lo que quiere,
repudia los detalles ajenos a su sombra
quieta mientras él se mueve.
Desde lo alto de su árbol de bollos
en la tierra de jauja para carnívoros, observa;
se queda quieto mientras espera,
su apetito antropófago perdura mientras se afila los dientes
de comer con el cuerpo de sus uñas.
Es diciembre,
queda abierta la temporada de caza,
y los demás cazadores con traje se lo quitan
ansiosos; quieren disfrutar la purga anual.
El ruido de la metamorfosis de sus cuernos inunda mi asombro
y recuerda el asunto entre los no muertos y los vivos
que la tierra suya lleva digiriendo
desde los años pasados.
Tragan la misma carne que los forma,
cubiertas las ansias del Botuku
de enseñar quién manda.
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