Mariposas, de Sir Manoiká
I
Tú, pequeñita de sonrisa fina y dorada,
sin padre alguno que te diga ‘mi princesa’,
sin una madre que te abrace con amor y te guíe,
viniste al mundo y sola has crecido.
Cuánto dolor guarda tu ignorancia.
II
Tú, que en jovencita te has convertido
con la atención de los ojos de todos
los que te rodean,
pocos te vieron cuando fuiste ‘un capullo’,
cuando volabas sin rumbo, a todas partes,
con la soledad de compañía
y la precaución como maestra
—apenas has vivido pero has visto mucho.
III
Vas de flor en flor y caprichosa,
dejas tu marca en los pétalos que tocas,
aparentemente abierta, lo que es malo
para quien no sabe interpretarte.
Tu vida enlazada a otras vidas, sonríes. Te gusta.
Avanzas con cautela, si fallas, ¡ay de ti!
IV
Te vieron y quisieron atraparte, pero tú
revoltosa rechazaste la ciudad, elegiste el campo.
Otras como tú de par en par sobre trigales,
cuando la brisa se pasea al caer el sol.
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V
Tuvida era magnífica, digna de envidiarse
pero elegiste otras realidades (menos dulces, más artificiales)
en las que te ahogas en silencio cada día;
sonrisas de plástico, caricias que asustan, tactos que cortan;
promesas que te dañan si se cumplen,
besos que al final te sacan sangre.
Escondes tus alas por miedo a que te las corten.
En tu historia todo lo que te desgarra brilla
y cada día en aumento se repite y se repite.
VI
Tú viste los caminos que tuviste
pero tanto polen esnifado de las rosas del jardín
ha creado en ti otros caminitos
que no llevan a ninguna parte. Ahora desvarías
y al caminar arrastras tus alitas rotas.
Has aprendido a crecer con dolor y en el lodo.
VII
Tú que vuelas sobre mí, plácidamente,
a veces raramente, sabes que te necesito.
Tú, a quien de entre todas yo quiero atrapar.
Tú, esa que me aparta de los demás y de mí mismo.
Mariposas
Sir Manoiká
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