HOGAR de Mebáh

 Nuestro eterno hogar es cercano y a la vez lejano según fas del instante,

pues queda tan cerca, como el corazón que se anida en el pecho y su latir,

y, aun así, por vencer y perder nuestras vidas en él; preferimos huir;

intentando alcanzarlo ilusamente por medio de otras vidas circundantes,

las cuales están tras la búsqueda con el deseo febril de hallarlo a su vez,

y por miedo a una falta de morada, llamamos cobijo a lo que los ojos ven.

Y a pesar de lo cercano que queda nuestro hogar, lo juzgamos aislado,

pues queda bien lejos, como el soplo vital del respirar que nunca vemos,

y aunque se fundamenta en el sentir, pretendemos conseguirlo fuera de sí;

puesto que a veces somos almas forzándose a ser copias de vidas ajenas copias,

por hallar el refugio, el cual es la única meta que jamás obtendremos en otras,   

porque el céfiro natural es el sentimiento definitivo de que estamos en casa.

Y pese a ese afán íntimo de poder explorar, solemos abandonar el lugar de morar,

ya que el humanal es libre en su irreprochable albedrío a quererse experimentar;

y por más veces que renunciemos a nuestro hogar por descubrirlo lejos,

éste siempre seguirá latente en nosotros en todo camino que recorramos;

para que cuando no recordemos los pasos que guían de vuelta a la morada,

lo encontremos a través del silencio palpitante del corazón, el cual nunca se pierde;

sino que donde nos lleve de regreso, es el eterno hogar donde el amor pertenece. 


HOGAR

Mebáh


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