Yo no sé de poesía. No estudié métricas, ni hablo en endecasílabos. No domino los nombres ilustres, ni tengo libros con mi nombre en letras doradas. Pero a veces mi pecho se rompe sin ruido y algo adentro me obliga a escribir. Como quien sangra para no explotar. A mí la poesía me encontró una noche sin nombre, cuando el mundo dolía más de lo que podía decirse y el silencio me quedaba chico. Desde entonces, escribo. No para lucirme. Escribo para no morirme del todo. Yo no sé si esto que hago es poesía, pero sé que en cada verso hay un pedazo de mí que ya no vuelve. Mi infancia, mis miedos, las veces que amé y no me amaron, mi padre cuando callaba demasiado, mi madre cuando lloraba sin saber que yo la oía. A veces escribo con rabia. Otras, con ternura. Y a menudo, con un nudo en la garganta que nadie ve. Escribo porque no sé rezar, pero esto me sirve igual. Porque a veces Dios no contesta pero un poema sí. La poesía, si me preguntas, es ese lugar donde puedo llorar sin que me pregunten p...
Comentarios
Publicar un comentario